Los últimos informes publicados por el Instituto de Evaluación Ambiental de Dinamarca (la jerarquía de residuos bajo evaluación) y el Instituto Australiano (el despilfarrado en el consumo: la perspectiva australiana) establecen premisas diferentes, pero que se complementan muy bien.
El primer informe es una llamada de alerta para los economistas ambientales, o sólo para los economistas. Algunos de los más eminentes economistas afirman que el tradicional mantra de la jerarquía de residuos (reducir, reutilizar, reciclar, etc.) debería dejar paso a un enfoque más flexible. Si los economistas gobernaran el mundo (¡cómo si eso pudiera ocurrir!), los precios serían los indicadores de los costes, y estos costes incluirían también todos los costes sociales y ambientales que actualmente no están incluidos (externalidades, como la contaminación). Por ello, no necesitaríamos objetivos de reciclaje, ni ningún otro tipo de objetivo; en palabras de Ernst Von Weizsacker (que no es uno de los autores del informe), “los precios dirían la verdad ecológica”.
El segundo informe estudia los perjuicios de un consumo despilfarrado, basado en comprar y no evaluar lo que se está comprando. En un caso extremo, esta condición incluso tiene nombre: oniomania. Parece ser el equivalente a la bulimia en las compras, otro fenómeno moderno. El informe afirma que los australianos desaprovechan gran parte de lo que consumen. Durante 2004, sumando las cifras correspondientes a todos los bienes incluidos en el estudio, cada domicilio australiano despilfarró una media de 1.226 dólares australianos (738 euros) en bienes adquiridos pero no utilizados. El total de consumo despilfarrado superó los 10.500 millones de dólares australianos (6.323 millones de euros).
El estudio del Instituto Australiano considera inconcebible que la ciudadanía compre un DVD, que luego no escucha, y cuestiona actitudes como la de Imelda Marcos: se afirma que ha tenido 3.000 pares de zapatos (aunque el uso que le ha dado a aproximadamente 2.950 de ellos estará cercano al cero). Los autores incluyen las casas de vacaciones, los barcos y caravanas que pocas veces se utilizan y los segundos coches que rara vez se sacan fuera del garaje, como ejemplos de consumo despilfarrado. Los regalos son otra forma de consumo que se considera “a menudo despilfarrado”.
El primer informe es una llamada de alerta para los economistas ambientales, o sólo para los economistas. Algunos de los más eminentes economistas afirman que el tradicional mantra de la jerarquía de residuos (reducir, reutilizar, reciclar, etc.) debería dejar paso a un enfoque más flexible. Si los economistas gobernaran el mundo (¡cómo si eso pudiera ocurrir!), los precios serían los indicadores de los costes, y estos costes incluirían también todos los costes sociales y ambientales que actualmente no están incluidos (externalidades, como la contaminación). Por ello, no necesitaríamos objetivos de reciclaje, ni ningún otro tipo de objetivo; en palabras de Ernst Von Weizsacker (que no es uno de los autores del informe), “los precios dirían la verdad ecológica”.
El segundo informe estudia los perjuicios de un consumo despilfarrado, basado en comprar y no evaluar lo que se está comprando. En un caso extremo, esta condición incluso tiene nombre: oniomania. Parece ser el equivalente a la bulimia en las compras, otro fenómeno moderno. El informe afirma que los australianos desaprovechan gran parte de lo que consumen. Durante 2004, sumando las cifras correspondientes a todos los bienes incluidos en el estudio, cada domicilio australiano despilfarró una media de 1.226 dólares australianos (738 euros) en bienes adquiridos pero no utilizados. El total de consumo despilfarrado superó los 10.500 millones de dólares australianos (6.323 millones de euros).
El estudio del Instituto Australiano considera inconcebible que la ciudadanía compre un DVD, que luego no escucha, y cuestiona actitudes como la de Imelda Marcos: se afirma que ha tenido 3.000 pares de zapatos (aunque el uso que le ha dado a aproximadamente 2.950 de ellos estará cercano al cero). Los autores incluyen las casas de vacaciones, los barcos y caravanas que pocas veces se utilizan y los segundos coches que rara vez se sacan fuera del garaje, como ejemplos de consumo despilfarrado. Los regalos son otra forma de consumo que se considera “a menudo despilfarrado”.
1 comentario:
Es una total ESTAFA.... no podemos vivir comprando.... la television y los medios publicitarios solo les importan vender vender y vender.. y no les importamos.... manipulan la mente,...
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